Especie de melodrama de humor negro. No es una obra de la serie de familias disfuncionales que en los últimos años han circulado por los teatros del país, pero su ámbito resulta el de un grupo familiar unido por profundos y extraños secretos a punto de ser revelados. Y como en toda tragedia que se precie de tal, algunos transgrederán ciertas normas y quedarán expuestos al castigo del cruel destino. Sin embargo, lo cotidiano se cuela tranquilo en una simple situación en la que quedan al descubierto los estereotipos más frecuentes de la sexualidad, lo religioso, el amor y la incorrección política. Casi como en una caja rusa -en la que siempre hay una dentro de otra- se sucede una serie de despojamientos en los que parecería que ya no puede ocurrir nada más. Y sin embargo, ocurre.
Pérez García, Familia Falcón, Simpson, Benvenuto, Campanelli, Ingalls. Formatos diferentes de relaciones aptos para sufrir y gozar, para emocionarse y reírse, para llorar y soñar. Los integrantes de esta familia son capaces de provocar todas esas sensaciones juntas, a la vez que algo inexorable parece conducirlos a un final trágico plagado de la típica sangre que ronda las verdaderas tragedias. Después de todo, los malentendidos, los amores mal puestos, los secretos no bien guardados, los errores con los hijos y el deseo que no termina de despertarse, forman parte de la vida diaria. Aquella en la que una simple mirada basta para desatar la desaparición del vínculo. O la aparición de lo siniestro de la intolerancia en todas sus representaciones posibles.